Santa Fe

Como una espiral que desciende hasta las entrañas de la tierra, en donde se dice que se encuentra el inframundo, lugar donde moran las almas desvalidas y penitentes por las culpas cometidas cuando habitaban un cuerpo físico, así es el camino que sigue mi alma en esta existencia, sin encontrar descanso o alguna forma de postergar el descenso.

La felicidad sólo me resulta un concepto aprendido por la observación, más no por la práctica. Es un misterio que no llegaré a conocer porque ya estoy en el transcurso de una vida a la otra.

Llegué a cansarme de los intentos sin resultados, de las promesas incumplidas, de la maldad de la gente, pero sobretodo, de no sentirme capaz de conseguirlo. Ya era demasiado equivocarme una y otra y otra vez, además de ser presionado por el kharma, que dificultaba todavía más cada momento.

Puedo sentir como el día se me hace extrañamente largo, cualquier lugar no me parece agradable y deseo apartarme de este como si de la parca huyera. En esta espiral, es la alegría y el gozo del momento quienes ya partieron, ahora me he quedado sin estas compañeras para lidiar con los pasos venideros.

A mi alrededor no hay más almas con quienes acompañarme, desciendo con el mismo silencio que acompaña a mis anhelos más profundos. Atrás quedan las ideas, las teorías y las conjeturas que en vida imaginara con mi limitada mente.

Se quedan allá arriba la creencia en ese Ser del que nada se puede decir, la esperanza de aliviar la soledad y la renuncia a la mundanidad que aflije a unos cuantos habitantes en este tercer planeta.

Dejar este mundo es aquella ilusión por la que intenté vivir tantas veces, pero no mantuve la fortaleza para continuar la obra sin el apoyo de aquellos hermanos mayores, mas curtidos en la lucha de lo que yo estaba.

A ella nunca la encontré, no la vi en algún lugar por donde anduve, no sé si llegó a existir en estos años, pienso que quizá encontró la espiral ascendente desde donde estaría mirando mi descenso e ingreso a las fauces del sufrimiento eterno.

A ese dios mequetrefe del que todos hablan, nada tengo que decirle; sólo a sus creyentes les digo que me arruinaron la vida con una creencia inventada por hombres. Más para aquel a quien no puedo mencionar, que ni arrodillado me siento con alguna dignidad de dirigirle la palabra, quiero decirle en esta hoja que te amé tanto como puede hacerlo un Alma dubitativa; pedirte perdón no bastaría y por eso sigo lo que merezco: el camino al abismo más oscuro.

Y cuando me reciban allá abajo, no me olvides, piensa que soy culpable, pero que no sentí ese amor tan inmenso con el que se supone nos rodeas; me dejaste desprovisto de virtudes y me vi como uno de los más pequeños entre tantos gigantes. Me entregaste un cuerpo físicamente apto pero con limitaciones mentales que intenté superar, sólo que con la medianía de mis esfuerzos, caigo, y lo hago tan rápidamente que ya nada me detiene.

Como la nube negra que oscurece el mediodía, como la ignorancia cuando se precia de sabia, o como la carencia que se ve como abundancia entre los desgraciados, así soy yo. Pero no olvides que habité entre los hombres contra mi voluntad, porque pensaste que yo podía, pero no pude.


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