La pluma y el tintero
Al ver su cuerpo prístino reposando entre sábanas blancas, mi deseo por inmortalizar la proyección de nuestros sentimientos, me llevó a levantar mi pluma y preparar el papel para crear una obra con momentos venideros. En este crepúsculo, la poesía se ha liberado dentro mi ser.
Comenencé a alizar el papel donde expresaría estas palabras. Con mis dedos aparté cualquier impureza que pudiese dañar la impresión. Soplé sobre el folio ligeramente una, dos y hasta tres veces. Después froté con suavidad —y a veces con reverencia— mis manos sobre el lienzo que a cada uno de mis movimientos se templaba más y más.
Contínuamente me acercaba para oír y sentir la reacción del medio a mis manos. Y pronto este alcanzó el punto en que mi tacto discurría con facilidad y sin fricción, conseguiendo que el folio siguiera mi ritmo; pero la intensidad de cada una de sus reacciones me indicaron que el tiempo era el correcto. El pigmento llenaba el tintero.
Entonces sumergí mi pluma en el recipiente hasta llenar todo el cálamo con su color.
Después escribí no sólo palabras, eran versos, ¡versos de pasión que se perdieron en la profundidad del rompiente día! Porque antes que cualquier rayo de sol ingresara a nuestro aposento, el color en el tintero volvió la menguante oscuridad en mediodía; y cada línea que componía sobre el lienzo, terminaba rimando con armonía.
Ya no podía pensar, sólo sentía. Mis ojos se habían clavado en el momento, o quizá perdido en la distancia, no lo sé. Lo que sí sé es que mi imparable elocuencia se manifestaba con mi pluma adentrándose constantemente en la fuente. Y aunque las palabras fluían, el tintero seguía lleno.
El aroma de la tinta alimentaba mi inspiración y, entre barrocas coplas, dejé correr mi imaginación con prosa rápida y ocurrente, improvisando de instante en instante, para alcanzar cada uno de los espacios que el papel me ofrecía.
La pluma no cesaba de escribir, las estrofas se sucedían una tras otra en una historia de amor que se negaba a morir; allí estaban un héroe y su amada recorriendo pasos muy estrechos, colinas empinadas, pueblos llenos de bandidos y hasta un dragón vencido; para terminar en un paisaje hermoso lleno de sosiego, donde vivieron para siempre en completa felicidad.
Y al terminar de escribir la historia, mi pluma abandonó su tintero, que aún contenía el espeso color. Cubrí aquel recipiente, olvidé mi pluma y abracé con delicada fuerza el lienzo donde quedó grabado nuestra inspiración.
Leando y Leonardo - "Te juro"
Todo se hace posible dejando el pasado atras, merecemos ser felices. Escribe mas.
ResponderBorrarGracias, sólo es una ficción.
BorrarYo me quedé pensando en él cálamo, esa tinta inagotable hasta el medio día, la cantidad de versos y él lienzo infinito que los contiene. Wow! Qué tal inspiracion ... hace calor.
ResponderBorrarCómo escritor le dedico mis aplausos, tiene mucha creatividad aunque quizás haya sido inspirado por una bella razón.
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