Psico Odisea - Súplica desesperada
El tenue brillo de mi vida comienza a extinguirse, la pequeña llama de conciencia que brotaba de mi Ser está apagándose. No podré continuar las batallas contra los demonios, son demasiado fuertes; pero aliados entre ellos, son invencibles.
Las tinieblas del malingo me rodean, se apoderan de mi alma, como cuando la noche se apodera del día. Pensar que apenas sopló con ligereza y ya está apagando mi candil.
Aquel que se disfraza de can en el mundo astral, sigue atacando en mi herida y ha logrado empujarme hasta el borde del abismo. Necesito desesperadamente una ayuda, ya es imposible para mi que me recupere solo. Puedo ver la negra profundidad del infierno bajo mis pies, no sé hasta donde se extiende porque todo está totalmente oscuro.
Mi grito de ayuda no llega hasta los cielos o es que por allá todos son indiferentes. Estoy por perder la vida, pero no parece que les interese, están ocupados en hacer milagros para los creyentes. Y los que como yo, que no profesamos la fe y sólo llevamos una espada en la mano, deberemos descender a la noche infinita para dormir un sueño o quemarnos mientras exista el tiempo.
Me hace falta un dios verdadero.
Me atormenta esta tristeza, esta nostalgia que me hace sentir todo el peso de la soledad. El demonio rojo de la fantasía no deja de martillarme con el recuerdo de aquel amor pasado. Pero es ese perro negro el que persiste en morderme estando yo en el suelo. No lo soporto más, es demasiado para mi. No soy lo que tu quisieras que sea.
Deseo abandonar y ser como los demás, vivir buscando mi propia felicidad, guardar dinero y dejar para la posteridad un recuerdo querido. Eso quiero, una vida de mortales, una vida efímera, nada más. ¡Si supieras cómo envidio la normalidad!
¿Qué debo hacer? ¿Orar al demonio? ¿Es eso lo que quieres?
Llorar a tus pies no conmueve tu frío corazón, pues son tus ojos distantes los que me juzgaron y preferiste ayudar a quienes llegaron con el don de la nobleza y la bondad. Pero yo, que vine al mundo desposeído de estas virtudes, quedé solo.
Llorar a tus pies no conmueve tu frío corazón, pues son tus ojos distantes los que me juzgaron y preferiste ayudar a quienes llegaron con el don de la nobleza y la bondad. Pero yo, que vine al mundo desposeído de estas virtudes, quedé solo.
Me pierdo y tu sigues distante; nunca te entenderé, moriré en la ignorancia. Me abandonaste, jamás abriste tu puño para ayudarme, tenías tus preferidos, los demás somos prescindibles, bajas de guerra, cosas inútiles, figuras sin vida.
Y tu desde lo alto, eres un dios. Y yo, desde abajo, solo soy un juguete.
Escúchame si deseas o mátame de una vez.
Escúchame si deseas o mátame de una vez.
Comentarios
Publicar un comentario