El verdadero hogar
¡Volverán las gaviotas, volverán una vez más!
Desde el día aquel, cuando naufragó la barca, que partió desde mundano puerto, sin destino, quizá al azar; guiando por una intuición, sin norte, sin alguien más; era yo como tripulante, era yo como capitán.
Y la nave, la pequeñita nave, se perdió en algún lugar del basto océano de la vida, en la inmensidad de la inconstancia, en las dudas amargas sin respuestas, en la letanía de una indiferente sociedad, y en la indisoluble soledad que continuamente me obligaba a mirar atrás.
No sólo fue con una ola, que a los sueños se los llevó el viento, sopló la fría brisa del mar, hundiendo también mi barco, como húmedo papel, quedándome yo bajo un oscuro cielo nublado, rodeado solamente de agua salada, el agua del mar.
Asido a un simple madero, me dejo llevar por la marea, por repentinas corrientes que me alejan de algún litoral, o que me acercan a cualquier costa, pero solo, siempre solo, sin encontrar alguien más.
No puedo guiarme por las estrellas, ni he visto luces desde el puerto que dejé atrás; perdí el contacto con el mundo, al que de todas formas no planeo regresar. Pero cuando vea una gaviota en el horizonte, entenderé que este viaje ha terminado, y pronto, muy pronto, llegaré a mi verdadero hogar.
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