Perdido en su sonrisa

¡Qué sorpresa tenerla aquí!

Descubrí que en el brillo de sus ojos,
Me perdía irremediablemente.

Pero en su sonrisa,
¡Ay! su sonrisa...
Me conquistó.

Con cada una de sus palabras, no dejaba de sentirme atrapado en ella; y si la idea de besarla, en repetidas veces no me cegó, es porque el sano juicio, el autocontrol, finalmente me ayudó para terminar aquella conversación.

Sentado frente a su figura, un metro nos separa, pero me sentí tan distante: como la luna del sol, como orión a escorpio y como Odiseo de su amada Penélope. Y aún estando tan alejado, yo suspiraba hacia dentro, mientras ella me hablaba...

Después de una hora de saborear con mis ojos, su bello rostro y sus lindos gestos, se despidió; pero las imágenes de su presencia no dejaron de llegar a mi mente. La recuerdo una y otra vez, inclinando su cabeza hacia un lado, sonriéndome, mientras me deslumbra con su mirada. Su dentadura destella cuando sus labios se abren, y la forma en que posa su lengua entre sus dientes mientras ríe... es sencillamente enloquecedora. Y si les digo, que su cabello largo y negro corona su bella estampa, cayendo dócilmente debajo de sus hombros, ustedes no creerían que en ese tiempo, hablé sin estar presente, pues me extravié en su encanto.

Mirando su recuerdo, el verso afloró. Sentí que de ella: ¡es tan fácil poetizar! Las palabras fluyeron sin dificultad, pude crear una armonía con letras que dibujaron su rostro, pinté una escena donde la musa está sentada frente a mí, sonriendo, mostrándome dos centellas en el lugar de sus ojos,  y quizá, sólo quizá, acortando la distancia que nos separa, el metro que me mantiene como una amistad.

Y en su partida, su mejilla con la mía rozaron. ¡Oh! Casi he sentido que la ventisca primaveral, es tormentosa comparada con la suave textura de la piel de esta mujer, de alguien que sería difícil no recordar.