Psico Odisea - Volver a empezar II

En tanto avanzaba por el áspero desierto, me distraje recordando los motivos que a estas tierras me trajeron. Quizá dolido por el constante rechazo, por las ilusiones perdidas, por los sueños que nunca llegarán. ¡Ah, sí! También por sentirme tan lejos de mi propio ideal del Ser.

Seguí adelante mirando el suelo. El aire se hace pesado y el calor me vuelve lento. ¡Y cómo no! los recuerdos por ella me agotan en silencio, me desmotiva esta soledad. ¿Cómo podría decirle, que cada día que la conozco, me siento —irremediablemente— más cerca a ella? Cuando la olvido, retorno a mi trabajo interno. Pero no puedo detenerme, sólo me resta pronunciarle un adiós en secreto, porque con ella he vivido un rechazo más.

No identificarme con las situaciones, ese es el plan. Dejarme llevar por los momentos, sentirme comprometido con los sentimientos y pasiones es, precisamente, en donde no debo resbalar. La concetración me permitirá no alejarme del camino, no ausentarme del presente.  De día me auto observo para evitar el apego, para no olvidarme de mi existencia; de noche medito y busco nuevamente entre mi psiquis, aquellos horribles yoes psicológicos que inevitablemente debo eliminar, los entiendo lógicamente y revivo, sin identificarme, el ambiente, la situación y la razón de su manifestación. Después, los desintegro.

La clave, él éxito, está en la perseverancia y en la Divina Madre, aquella figura que se encargará de eliminar esos agregados psicológicos —o yoes— que están embotellando la esencia; hay quienes llaman a estos: demonios internos. Sobreviven porque tienen una chispa de la esencia, un pequeñísimo porcentaje del total. Para liberar esta chispa, se requiere desintegrar a estos demonios. Debo recordar, que hay algunos concentrando más esencia que otros, que cuanto más esencia poseen, más fuerza tienen.

Madre Mía, desintégrame este defecto... —Y veo como la horrible criatura es decapitada y desintegrada, entonces la esencia aflora, ya está liberada.

La esencia libre, es aquella que emana belleza y felicidad verdadera, es la que percibimos cuando vemos a un bebé sonreír. Y más no puedo decir, porque mi esencia está dentro de esas criaturas, o dicho comúnmente, perdida entre el bullicio de mi personalidad.

—Me pregunto: ¿Cuándo volveré a tener las visiones de antaño? Y no puedo responderme, se requiere demasiado tiempo para alcanzar los primeros resultados.

En este camino sólo me oriento por las estrellas, que simbolizan el conocimiento aprendido, y por la dificultad del terreno, que si es fácil, es porque estoy regresando.

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