Los ojos del universo
Pero cuando los abrí, ya te habías ido. Entonces le pregunté al viento: ¿Por qué? ¿Por qué te la llevaste? Si así yo era feliz. Y con un silbido largo, el viento me respondió.
Callé mientras miraba el firmamento, mis ojos te buscaban, con mi olfato seguí la dirección del viento, hasta que perdí el rastro, mientras cruzaba una quebrada, donde quedé atrapado y sin salida, cansado de tanto andar y con el corazón contrito, porque no volveré a verte, porque este es el final.
La noche me sorprendió con el frío que me cubría, el manto de nubes no está más; pero son las estrellas que brillan, quienes forman cuerpos y animales, gigantes figuras que nos miran desde el más allá, que con su luz atraviesan la distancia, de un basto universo que nos separa, que nadie ha cruzado jamás.
Me abate la pena, los sentimientos por ella me traicionan. Así, en la soledad de la noche, escribo nuevas líneas, quizá para mi consuelo o para dejar como testamento, los momentos que estoy viviendo.
Finalizo estos negros versos pensando en ti, entre la oscuridad que me ciega y la tristeza que me mata; cuando, por alguna razón, un destello me impulsa a mirar al cielo, descubriendo con sorpresa entre las estrellas, una forma misteriosa entre dos grandes extremos, que Zeus separó miles de años atrás, para evitar un nuevo entuerto.
Allí, dibujados entre las constelaciones, están dos ojos mirando este lugar, desde donde yo, cubierto entre las rocas, puedo sentir su presencia, que me anima y me reconforta.
Mi Ser sorprendido, envuelto en un halo impetuoso, se le muestra en silencio a estos ojos, que no dejan de observarme, que sobrepasan la distancia y el tiempo. Ya no hay viento o nubes que nos separen, ahora estamos solos, uno frente al otro, somos los únicos en este universo.
Callé mientras miraba el firmamento, mis ojos te buscaban, con mi olfato seguí la dirección del viento, hasta que perdí el rastro, mientras cruzaba una quebrada, donde quedé atrapado y sin salida, cansado de tanto andar y con el corazón contrito, porque no volveré a verte, porque este es el final.
La noche me sorprendió con el frío que me cubría, el manto de nubes no está más; pero son las estrellas que brillan, quienes forman cuerpos y animales, gigantes figuras que nos miran desde el más allá, que con su luz atraviesan la distancia, de un basto universo que nos separa, que nadie ha cruzado jamás.
Me abate la pena, los sentimientos por ella me traicionan. Así, en la soledad de la noche, escribo nuevas líneas, quizá para mi consuelo o para dejar como testamento, los momentos que estoy viviendo.
Finalizo estos negros versos pensando en ti, entre la oscuridad que me ciega y la tristeza que me mata; cuando, por alguna razón, un destello me impulsa a mirar al cielo, descubriendo con sorpresa entre las estrellas, una forma misteriosa entre dos grandes extremos, que Zeus separó miles de años atrás, para evitar un nuevo entuerto.
Allí, dibujados entre las constelaciones, están dos ojos mirando este lugar, desde donde yo, cubierto entre las rocas, puedo sentir su presencia, que me anima y me reconforta.
Mi Ser sorprendido, envuelto en un halo impetuoso, se le muestra en silencio a estos ojos, que no dejan de observarme, que sobrepasan la distancia y el tiempo. Ya no hay viento o nubes que nos separen, ahora estamos solos, uno frente al otro, somos los únicos en este universo.
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