Desnúdate mujer
En mis manos está la llave de su silencioso disfrute, cuando suavemente las presiono y las deslizo sobre la desnudez de su cuerpo. Ejercito mi imperio ante la pasividad de sus movimientos. Animo su entrega cuando mis labios besan su figura y con mis dientes clavo mi pasión en su nuca, su cuello y en los rincones que permanecen ocultos y alejados de cualquier otra mirada.
Sin ceder, sin parar, hasta hacerla proferir el deseo inmediato de sentir mi peso sobre el suyo, colmando, a veces con fuerza, a veces con pudor, la estrechez que ahora nos une. Sin concebir en mi mente alguna idea de retribución, mi esfuerzo es para su complacencia; me satisface ver como sus ojos se cierran ante la inminente llegada de su feminidad una y otra vez, hasta que, rendida por la totalidad de su entrega, nos arropamos debajo de las frazadas sin haber yo, abandonado la dicha de la rectitud.
Con el sol sobre el horizonte, desperté envuelto entre los brazos de mi amante y con su pecho apretado contra mi espalda; y entre la modorra del amanecer, sentí sus mordidas en mi cuello, en mi espalda, mi pecho, mis piernas y más… Después, las sensaciones que recorrieron mi cuerpo las plasmé en la lozanía de su piel, para terminar acariciando su rostro y cantando salsas sensuales hasta llenar la habitación con la armonía de nuestra unión.
Sin ceder, sin parar, hasta hacerla proferir el deseo inmediato de sentir mi peso sobre el suyo, colmando, a veces con fuerza, a veces con pudor, la estrechez que ahora nos une. Sin concebir en mi mente alguna idea de retribución, mi esfuerzo es para su complacencia; me satisface ver como sus ojos se cierran ante la inminente llegada de su feminidad una y otra vez, hasta que, rendida por la totalidad de su entrega, nos arropamos debajo de las frazadas sin haber yo, abandonado la dicha de la rectitud.
Con el sol sobre el horizonte, desperté envuelto entre los brazos de mi amante y con su pecho apretado contra mi espalda; y entre la modorra del amanecer, sentí sus mordidas en mi cuello, en mi espalda, mi pecho, mis piernas y más… Después, las sensaciones que recorrieron mi cuerpo las plasmé en la lozanía de su piel, para terminar acariciando su rostro y cantando salsas sensuales hasta llenar la habitación con la armonía de nuestra unión.
Definitivamente hay pasión entre los amantes. Detallada y candente composición Daniel. Felicitaciones.
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