Al pie del campanario: Perú en el ayer

Durante la quinta campanada mis pensamientos se extravían en los confines de mi mente, quizá queriendo soñar con su llegada, con la cita perfecta que, por ahora, sólo sucedería en mi imaginación. Todo lo que me rodea queda en el olvido.

A veces los celulares se desconectan de la red, pero si se reintenta la llamada se establece la conexión. Lástima que después de marcar 3 veces, el desalentador mensaje del buzón de voz no dejaba de responderme. Podría ser que no había cobertura en su ubicación, podría ser...

Noté que mi celular también tiene dificultad para localizar la red, de las usuales siete rayitas que indican la intensidad de la señal, sólo seis estan marcadas; deduzco que hay problemas con el operador. Los culpo por dificultarme la vida, porque esta empresa debería ser más fiscalizada, multada fuertemente por el regulador de las telecomunicaciones; pero más que todo, deberían disculparse conmigo por el pésimo servicio.

Ya más tranquilo, recapacito y entro en razón al micro segundo siguiente, resulta claro que aún con dos rayitas se puede conversar perfectamente y enviar mensajes de texto por la 2 y la 3G, hasta se puede establecer una conversación fluida por los servicios de internet de la 4G.

Hay muchísima gente que culpa a las grandes empresas de todos los males del mundo: de la desigualdad social, de los alimentos cancerígenos, de la utilización de los pesticidas; la siempre atacada minería formal está en el ojo de los más extremistas, pero con la informal no tienen problemas; la corrupción que se niega a desaparecer: mes tras mes revientan casos con esta pus, abarcando tanto a los más altos funcionarios, como a los más bajos.

Pero en este Perú más moderno y globalizado, el paraíso natural con el que sueñan los turistas antes de decidir su viaje a estas tierras, aún mantiene algunas tradiciones milenarias, diferentes a los valores que hoy nos caracterizan, como la pereza, la impuntualidad y la corrupción.

Los tiempos del terrorismo pasaron, pero en mi recuerdo quedó grabado como los terroristas eran apoyados por gobiernos europeos encubiertos y por muchos de sus ciudadanos; aún ahora los califican de guerrilleros, de gente que sólo tenía otra visión para el país, casi los consideraban perseguidos políticos. Parece que no supieran que en Perú, el terrorismo estuvo presente toda la década de los 80's y en los dos primeros años de los 90's, sufrimos al menos una explosión de coche bomba por mes, voladuras de torres de alta tensión todas las semanas, asesinatos a civiles y uniformados cada día; nadie quería vivir cerca a una comisaría porque el riesgo de enfrentarse a un coche bomba —o cualquier otro ataque terrorista— se multiplicaba por cien. Los terroristas llegaron a dirigir la población campesina donde el Gobierno no llegaba con sus políticas absurdas. Cerca estuvimos de perder la guerra contra el terrorismo de la mano del peor presidente de la historia peruana: Alan García Pérez. Pero además de este mal, la debacle fue total porque el mencionado gobernante, logró el triste mérito de ingresar a Perú en el cuadro de las 15 mayores hiperinflaciones de la historia mundial moderna, superando al finalizar su periodo, la increíble cifra de 2.2 millones por ciento de inflación acumulada en sus cinco años de gobierno.

Rápidas imágenes de la terrible gestión de este señor vinieron a mi mente: carestía en absolutamente todo, pobreza extrema generalizada, informalidad en cada rincón del país, estatización de empresas y la banca, y un largo, largo etcétera.

Y entre todos estos pensamientos, las palabras del economista peruano Hernando de Soto me reconfortaron: “Perú ha sido el único país en el mundo que ganó la guerra a los terroristas”. Pero la vida no carece de ironía, dos décadas después, aquellos gobiernos europeos que avalaron a nuestros enemigos, son ahora los que sufren —y seguirán sufriendo— el embate de los que aquí conocemos como “terrucos”.

La sexta campanada había pasado cuando vagaba entre estos pensamientos, con el amargo recuerdo de esos años tan adversos que atravesamos cuando era un niño.

Continuará...

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