Al pie del campanario: ¿Por qué no llega?
No hay duda, la fiesta popular está realizándose a más de mil metros de distancia, posiblemente en un distrito llamado Selva Alegre, lugar desde donde provienen los fuegos artificiales. Por este distrito discurren calles y avenidas más empinadas, debido a que está en una parte más alta de las faldas del volcán. A veces resulta difícil caminar 2 cuadras sin detenerse a respirar.
Me levanto de las gradas para mirar con más cuidado, doy algunos pasos rápidos hasta el grupo de amistades que se acerca por el Portal de San Agustín, intento distinguir a cada uno de los presentes, pero una de las tantas columnas impide la visión total. Permanezco en pie, subo y bajo las gradas un tanto nervioso, camino hacia mis lados con la esperanza de reconocer entre ellos, el rostro de la mujer que espero.
La cuarta campanada trae a mi mundo inocentes preguntas: quizá ella se ha olvidado o algún imprevisto le sucedió, porque podría estar todavía trabajando, en alguna de esas reuniones de trabajo que se alargan indefinidamente para beneficio de los propietarios.
Puede pasar ¿por qué no? Vivimos tiempos tan rápidos y competitivos, abundan los profesionales que están a la espera de alguna oportunidad, llegan a aceptar sueldos menores de lo que merecen. También están los compañeros que nos rodean diariamente, con quienes reímos y conversamos de nuestras vidas; algunos de estos podría estar a la caza de nuestro puesto laboral, o simplemente guardarnos algún rencor por quién sabe qué minucia, intentando “meter cizaña” con el jefe o “serruchar” nuestra posición.
Qué pasaría si en realidad el taxi que la conducía hasta la plaza, sufrió una avería, o puede ser que el conductos la raptó… Agito mi cabeza para sacudir estos pensamientos extremos, aunque no irreales en una sociedad peruana, donde el maltrato a la mujer, el plagio y las violaciones van en aumento.
Me levanto de las gradas para mirar con más cuidado, doy algunos pasos rápidos hasta el grupo de amistades que se acerca por el Portal de San Agustín, intento distinguir a cada uno de los presentes, pero una de las tantas columnas impide la visión total. Permanezco en pie, subo y bajo las gradas un tanto nervioso, camino hacia mis lados con la esperanza de reconocer entre ellos, el rostro de la mujer que espero.
La cuarta campanada trae a mi mundo inocentes preguntas: quizá ella se ha olvidado o algún imprevisto le sucedió, porque podría estar todavía trabajando, en alguna de esas reuniones de trabajo que se alargan indefinidamente para beneficio de los propietarios.
Puede pasar ¿por qué no? Vivimos tiempos tan rápidos y competitivos, abundan los profesionales que están a la espera de alguna oportunidad, llegan a aceptar sueldos menores de lo que merecen. También están los compañeros que nos rodean diariamente, con quienes reímos y conversamos de nuestras vidas; algunos de estos podría estar a la caza de nuestro puesto laboral, o simplemente guardarnos algún rencor por quién sabe qué minucia, intentando “meter cizaña” con el jefe o “serruchar” nuestra posición.
Qué pasaría si en realidad el taxi que la conducía hasta la plaza, sufrió una avería, o puede ser que el conductos la raptó… Agito mi cabeza para sacudir estos pensamientos extremos, aunque no irreales en una sociedad peruana, donde el maltrato a la mujer, el plagio y las violaciones van en aumento.
Continuará...
Tan empinadas las calles de Selva Alegre? O es que no hay físico? Creo que la esperada dama es muy afortunada.
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