Si me ves llorar por ti

Nunca pude despedirme de aquella persona, de una que está luchando por doblegar su destino adverso.

La conocí cuando mi cuerpo padecía los rezagos de un largo periodo de postración forzada. Entonces no podía caminar bien, tropezaba, caía y perdía el equilibrio; mis músculos atrofiados no me permitían mostrar alguna fortaleza física. En mi cabeza tenía dolores permanentes producto del golpe y otras desaveniencias posteriores; era como una presión interna que apretaba mi cerebro, entonces sólo me limitaba a cerrar los párpados y esperar mejores tiempos. Aquellas semanas fueron difíciles, pero no las peores, porque ya estaba recuperándome.

Habíamos pactado conocernos muy cerca de donde vivo, dada mi situación de convalecencia. Me llamó avisándome que estaba en la vereda frente al edificio. Con gran esfuerzo bajé las gradas, abrí la puerta y caminando muy lentamente avancé unos cuantos pasos; ahí estaba, con una casaca negra, un jean azul y zapatos negros, su cabello un poco alborotado hacía de ella una figura curiosa. Ambos nos acercamos, nos saludamos y me tomó del brazo para ayudarme a caminar.

Pero desde que la vi en la oscuridad me pareció una mujer simpática, luego, ya con los brazos cruzados mi emoción se disparó. Esa mujer que me parecía una mezcla de sencillez y tranquilidad, emanaba cariño y una sensación de agrado recorría mi mente, como en mucho tiempo que no lo experimentaba.

No, no era una figura curveada, su Ser habitaba un cuerpo promedio, atractivo sólo a mis ojos. En medio de la oscuridad de los últimos meses por donde transitaba mi vida, ella brilló como el sol de medianoche.

Pero el corto tiempo y las desaveniencias de la vida apartaron su mano de la mía. Soy sincero al decir que no hubieron pasiones bajas, nunca le pedí siquiera un beso, esperé que este deseo naciera desde su interior, aunque nunca sucedió. No era para mi un problema, pues su compañía hacía la diferencia, sin su precencia no estaba tranquilo y estando a su lado brotaba de mi una felicidad juvenil natural, que desde años muy lejanos no experimentaba.

Ahora que ya está tan lejos no sé como sentirme, si feliz porque su destino puede ser mejor, o melancólico porque no volveré a verla en un largo periodo de tiempo. Lo que no me deja tranquilo es sentir el sarcasmo del destino, esa sorna desgraciada que late en mi oído como si de una vena se tratase.

Es inevitable sentir rencor por ese camino angosto que la lleva tan lejos de mi. Aunque ya antes de partir, ella estaba ausente de mi vida por convicción propia, quizá ya sabía lo que estaba escrito y no veía algún futuro juntos.

Como sea, la distancia que nos separa no es tan física como sentimental. Es esta situación la que ha desatado en mi un torrente de expresión anónima para desahogar mi angustia y los sentimientos reprimidos que no he podido contarle.

Si ya la extraño y me cuesta creer que se alejó sin manifestarme un simple adiós. Me quedé lleno de dudas. ¿Cómo puede una persona abrazarte con tal cariño y al día siguiente apartarse para siempre? No entiendo, pero le deseo tanto éxito en su vida, que estaría dispuesto a desearle la felicidad con un hombre mejor que yo, bien sé que es algo nada dificil de hallar.

Entonces sólo queda el silencio de una habitación, aquel sigilo que no se rompe más que con el sollozo de mis pensamientos contradictorios y unas lágrimas apáticas que no se niegan a salir.


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