Knock three times

Una noche, sin saberlo, cuando ya había aceptado la realidad, de no volver a abrazarte o quizá ni de verte nuevamente, fue en esa precisa noche, cuando mi habitación se liberaba de tus recuerdos en medio de un silencio citadino aterrador, cuando sucedió lo impensable, lo imprevisto, algo que una mente no puede preveer .

Avanzan los minutos y después de una faena agotadora, ya muy tarde en mi lugar de descanso, mientras completaba unas líneas dedicadas al desamor, han venido a mi encuentro palabras esperanzadoras, y de pronto... de pronto, mi lúgubre habitación, que atiborraba soledad y melancolía, tornóse agitada, entonces parece que la vida se retuerce en medio de la oscuridad, una emoción infunde calor a un cuerpo que transpiraba frío.

Agitado como estaba, la sensación de engaño circula por mis venas, así es como el miedo a otra decepción atraviesa mi forma corpórea, pero son las ganas de vivir y de sentir el abrigo de la figura amada  las que hacen que siga adelante, abandonar el claustro en que me encuentro, sólo si mi carcelera se acerca con la bendita llave para abrirme la puerta.

Mi estadía en la cárcel del olvido y la indiferencia recordaron parte del dolor que en tiempos muy antiguos viví, los temores a la resignación de formar en aquel lugar una morada permanente, entristecían a mi corazón, que bien golpeado estaba, a tal punto que podía rabiar, sin condenar, la fortaleza del destino y la infabilidad de sus designios.

Sin saberlo, la puerta para salir está abierta y una mano con suavidad, me anima a salir hacia luz. Es tan maravilloso dejar el encierro, pero es el resultado de un giro inesperado en la vida, porque cuando intenté escaparme no pude hacerlo, y ahora, cuando me rendí al encierro, puedo abandonar la prisión.

Pero allá afuera, en donde espero encontrarte, sólo adquiere un sentido si tu compañía conmigo está, y si no es así, déjame aquí adentro porque respiro más libertad en el claustro, que bajo el firmamento.