Puente Bolognesi

Pasaron las diez de la noche mientras camino por las calles de esta centenaria ciudad, entre los Andes, al pie de un volcán.

El río desciende cortando la cordillera y sobre este, cinco fuertes columnas de piedra sostienen una vía que, bajo la luz del sol, une ambos lados de la urbe; pero es en la oscuridad, cuando un paseo por este puente se convierte en un viaje por el tiempo, que nos llena de recuerdos o nos traslada a un futuro incierto.

Un concierto acompaña los pasos del andante, al compás de la melodía del río, oyendo los cánticos del coro del viento, cuando el silencio domina a una población que descansa cubierta del frío.

Más allá, encima de todo, el cosmos se extiende en todas direcciones, a veces adornada con una hermosa luna, pero siempre con puntos blancos que brillan sin parar, constelaciones que viajan por el universo, y si te fijas bien: una estrella fugaz te invitará a pedir un deseo, o soñar con algo más...

Con este nostálgico entorno, camino lleno de sueños e ilusiones, pero recuerdo ese desamor, el de aquella mujer que en una noche desapareció.

Debajo de esos grandes faroles, avanzo hasta llegar al balcón que sobresale hacia un lado del camino, donde tantos novios se juraron amor. Aprecio el río y sus alrededores, reflexiono observando las estrellas, penetrando el pasado con mis ojos para hallar el origen de la creación.

Suspiro con discreción, después me pregunto con sigilo: si sobre este Puente Bolognesi, mi historia continuará con una mujer que me ame y conquiste mi corazón.