Poesía desencadenada
Un suspiro lejano en mi oído he sentido, causando admiración y pena, por la larga distancia que ha recorrido y por el dolor que este lleva, quedando yo conmovido, hasta gritar ¡libertad! para este corazón cautivo.
En ese hálito, no son uno ni dos, son largos los versos que vuelan escritos sobre el viento, líneas de profunda emoción que delatan los sentimientos más ocultos, de aquel que a distancia no contuvo su aliento y lloró.
Las palabras de su alma contrita, compungida por la angustia de un desamor, declamó poesía con sangre, versos que inflamaron el viento, conjugaciones y rimas que levantaron el polvo del suelo, mientras un huracán apasionado se desató.
Entre toda esta tristeza, sus lágrimas causaron tempestades, llenando quebradas y valles, con ríos y mares; los desiertos florecieron, pero el mal tiempo todo lo arrancó.
Después de esa noche de oscuridad y lamento, un ángel le regaló una profunda siesta para cortar la pena y su temperamento, hasta que en el cielo y la tierra la poesía desencadenada, atada se quedó; fueron todas sus palabras separadas por los elementos, dejándolas como susurros, cual pequeñas estrellas que forman una lejana constelación.
Y cuando desperté de aquel regalado sueño, escuché mis propios suspiros, que al mundo la vuelta le dio.
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