Qué será de ella
Es noche de luna, me he convertido en un animal, en un lobo que no puede dejar de aullar y esperar la respuesta lejana de alguna otra alma despojada de su felicidad.
Me deslizo entre la penumbra, sigiloso, cuidadoso, atravezando los campos sin vida que dejaron todos los recuerdos que nunca volverán.
No he podido pasar la hoja donde escribimos nuestra historia, así que la arranqué para siempre de mi mente.
No he podido pasar la hoja donde escribimos nuestra historia, así que la arranqué para siempre de mi mente.
Ya no tengo forma de releer aquellas experiencias hermosas que vivimos juntos. He preferido arrojar todas tus pertenencias a la calle, todos tus recuerdos los envié a un lugar llamado olvido, y como remitente, sólo un hombre sufrido. Jamás alguien sabrá quién los tiró. Hasta de mis sueños te borré para no verte más.
Sin embargo te siento, mi corazón de poeta te idealiza como una diosa que me observará hasta el final de mis días. Este sentimiento es como la sombra que va detrás de mi, que en los momentos más luminosos, crece, y cuando se disipa la luz, me parece que toda la oscuridad eres tu.
Cuando la luna llena aparece, deseo verte, contemplarte, como la divinidad que eras para mi. En mi corazón está escrito el consuelo que me brindaste al pie del puente, que nos llevaba hasta el lugar donde todo sucedió.
También se quedó, como grabado en la piedra, la sensación de calor que tu mano sobre mi vientre causó aquella primera vez, cuando recostaste tu cabeza sobre mi hombro, mientras nos dirigíamos, sentados, hasta nuestro paradero final.
Abrigo en mi pecho, la sonrisa inevitable que en mi rostro se dibujaba cuando veía tu figura en la cercanía, entonces el mundo dejaba de existir para mi, y hasta que nos separábamos, el universo giraba alrededor de nosotros.
Pero no se repite el sufrimiento, no hay rencor para ti, sólo la felicidad acompaña nuestros pasos. Y cuando escuche tu aullido en la profundidad de la noche, dejaré la nostalgia y abriré mi corazón para ti.
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