A dos puertas del amor

Dos puertas me separan de ella, pero hay un mundo entre nosotros.

Es delgada, de baja estatura, diría que es pequeña. Su cabellera, de un negro intenso, no es larga. Sus ojos son negros, su mirada, a veces,  se distrae observando mi ambiente de trabajo...

...¿Acaso buscando mi presencia?
...¿O sólo es lo que quiero pensar?

Su andar es pausado, nunca está apresurada, siempre está a tiempo. No la he visto sonreír, su carácter parece serio. Cuando marcha con sus papeles y fólderes, los abraza contra su pecho y así camina hasta perderse de mi vista.

En su sencillez, tiene mi atención.

No la veo todos los días, desconozco sus horarios y -curiosamente- pasa frente a mi puerta cuando estoy ocupado o distraído. Desearía que la entrada tenga varios metros más de ancho...

Recuerdo que en una de esas veces, sus ojos y los míos se cruzaron en un interminable momento, no puedo recordar si respiré, si pasaba algo más en mi entorno o si el universo estaba poblado por más seres que ella y yo.

Alcancé a notar que sus suaves cejas se combinaban con dos delicadas cuencas oculares, que nacían en lo alto de una pequeña y delgada nariz, para discurrir en direcciones opuestas hasta el borde de sus sienes.

Con sus inexpresivos ojos, no me dio detalles de lo que su mente podría estar pensando. Enigmática me resultó su persistente mirada, que no duró más que un instante. Sin maldad, sin bondad, podría ser fría, podría ser calurosa, no tengo cómo saberlo, pero ¿significa algún interés en mi?

Por un segundo nos comportamos como la cobra y su encantador, aunque no sé quién era yo. Me sentí el encantador, porque creí que ella seguía mis ojos, pero luego me vi como la cobra, pues mis dudas y temores surgieron tan pronto como ella retiró su mirada. De estar totalmente lleno, sentí un vacío y la necesidad de conocerla.

Pero los días pasan y no he notado su presencia nuevamente. Entonces ya sé cuál será el desenlace de esta historia, a fuerza de repetir por años la misma comedia: será lo que es, dos desconocidos que cruzaron sus miradas, en una tarde cualquiera.




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