Los colores de la vida

Los años avanzan, los proyectos también. Cada día los objetivos están más cerca, cada día resuelvo con más tranquilidad.

Aunque la mente es más lenta, llega más rápido a la respuesta. Trabajo con un objetivo y un plan general, mientras improviso los detalles menores y, a veces, hasta los mayores para salvar el propósito. No pateo las piedas que están en el camino, las reviso para saber cómo me servirán. Ser flexible es importante. Ser constante lo es aún más.

Ya puedo dejar de esforzarme en 24x7, pero si es necesario regreso a la jornada total. Siempre alerta, siempre a tiempo. Y si hay retraso, pues brego todavía más, sacrificando todo a mi alrededor, para recuperar un tiempo que no se perderá.

No me detengo con nadie, no me distraigo con nada. Estoy concentrado en ese plan y en mi eterna lucha contra el mí mismo, respirando todo lo que puedo, aprendiendo lo que veo, viajando, siempre en movimiento, conociendo nuevos mundos y descartando pensamientos añejos.

Pero al final del día: no están los colores de la vida, porque tú no estás.