La mujer que yo quiero
Si te besé en la mejilla, es porque no pude contener mi cariño.
Si te dije que eres bella, es porque deslumbraste mis sentidos.
Si te abracé sin explicación, es porque necesitaba tu compañía.
Y cuando te contemplo en silencio, es porque eres mi adoración.
Si te dije que eres bella, es porque deslumbraste mis sentidos.
Si te abracé sin explicación, es porque necesitaba tu compañía.
Y cuando te contemplo en silencio, es porque eres mi adoración.
Te quiero, dije en una noche templada de invierno, cuando la oscuridad cubría la taciturna ciudad, donde sólo luces amarillas alumbraban ligeramente aquellas calles empedradas, bajo el reloj de la catedral que marcaba las once.
Tu compañía es para mí, como las estrellas que brillan en la oscuridad de la noche y la hacen hermosa, o como las olas del mar que vienen y van en la playa rompiendo con la quietud de la apatía y la soledad.
Cuando no estás siento tu ausencia, pero cuando tú estás no me basta tu cercanía. No necesito ser una hostia que se toma con reverencia y distancia; necesito ser tu corazón, que cuidas y llenas de emoción.
No me pienses porque me olvidarías, no me sientas porque me alejaría. Sólo deseo que tu alma y la mía, juntas caminen hasta el altar de la catedral universal, para por fin unir nuestros destinos y separarnos nunca más.
Cuando no estás siento tu ausencia, pero cuando tú estás no me basta tu cercanía. No necesito ser una hostia que se toma con reverencia y distancia; necesito ser tu corazón, que cuidas y llenas de emoción.
No me pienses porque me olvidarías, no me sientas porque me alejaría. Sólo deseo que tu alma y la mía, juntas caminen hasta el altar de la catedral universal, para por fin unir nuestros destinos y separarnos nunca más.
Joan Manuel Serrat: "La mujer que yo quiero"
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrar¿Cómo será la catedral universal? Algún día la veremos...
Borrar