Mi tonto amor
Cuando la luna está sobre las doce, cuando el aire enfría mi garganta, cuando la gente ya no transita por las calles y cuando mi mente descansa de la mundanidad... mi memoria, mis sentimientos, te recuerdan.
Desde el antiguo puente, veo al río correr sobre su cauce y oigo su rugido con admiración; pero su estruendo no apaga mi corazón, ni sus aguas se comparan con la sencillez de tu rostro, aún la belleza de este escenario natural, alcanza a deslumbrarme, como sólo el brillo de tus ojos lo hacían.
Quizá el gran caudal que atravieza nuestra ciudad, nunca causará el mismo efecto que tu imprimiste en mi, pero este es real, y tú, sólo un sueño.
Olvidé recordarte, pero en las noches, en esas noches, tus imágenes vuelven hasta mi mente, e inevitablemente mis ojos buscan la Cruz, la constelación, aquella que inmediátamente delata tu posición.
Mi mundo ha seguido girando, es ilógico consumir algo que ya expiró. Y sin embargo, en la distancia, me has buscado, cuando ya tu noticia no resonaba en mis oídos. Ahora, ese río no bulle más que mi corazón, y el cielo nocturno no tiene tantas estrellas, como dudas hay en mi mente.
Sólo quisiera seguir adelante, olvidarme de la constelación, dejar de pensar en aquel río, escaparme de la inspiración, de la poesía deprimente, que madura cuando la tristeza y la confusión anidan en mi presente. Ahora, estoy forzado a recoger sus frutos y digerirlos con el insípido sabor de la soledad.
Recuerdo que tus palabras fluyeron con la claridad del cielo despejado, cuando una nueva vida decidiste iniciar. Y yo, yo también quiero continuar, como las aguas del río que descienden hasta el mar.
Pero no, no puedo olvidarte. Y sé que es tonto pensarte, sé que es tonto volver amarte.
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