Crítica a El Castor

Mel Gibson asume a un personaje difícil de representar, y agradezco que la dirección consiguió un actor talentoso para un papel complejo.

El quid de la película es la representación gráfica (alegoría) del trastorno maníaco depresivo, a través de la figura de un castor.

Esta alegoría no debería entenderse como una proyección del alter ego dominante hacia una figura externa (en este caso el castor); pienso que debería entenderse como la personalidad que asume el personaje para mostrarla a la sociedad, es decir, mostrará una personalidad que la sociedad podría aceptar y valorar. Para ser aún más claro, esta será una personalidad fachada, que no implica que se haya superado el trastorno que lo condujo a este desorden. Asumir esta personalidad fachada no sucede pocas veces, diría que sucede casi siempre y a casi todos (o todos), en cualquiera de las etapas que pasamos por la vida.

¿Por qué asumimos una personalidad fachada? Porque en el fondo todos queremos ser aceptados.

Debo decir que no soy psicólogo, por lo que mi apreciación se sustenta en experiencias, autoaprendizaje y reflexión, experimentando solo con un paciente: yo.

La película tiene un poderoso argumento, es entretenida, corta y no desearás dejarla. Sin embargo no me gustó la música porque le quita seriedad al tema; y durante el 90% del tiempo, podríamos pensar que es una comedia, cuando en realidad es un drama.

El otro 10% sucede al final, cuando no quedan rastros de comedia y la tragedia alcanza a toda persona que sufre depresión en grado avanzado.

Algo más que no me gustó, está justamente en la forma en que llegó el castor a formar parte de su realidad. Otro problema es que debemos asumir cuestiones psicológicas que el espectador promedio no conoce. ¿Por qué un castor y no un sombrero o un reloj? La psicología sugiere que es porque el personaje se refugia en su niñez, desde donde proviene el trauma.

6/10. Altamente recomendable para quienes buscan cine reflexivo. Aquí no hay acción, hay actuación.