Nuevo libro

¡Extra! ¡Extra! ¡Terminé mi nueva obra! El libro, una historia de amor, está completo, llegué al final. Es hora de abrirlo y revisarlo, lo leeré sin pausa, como lo haría un niño con un celular.

Las primeras hojas prometen un romance, prometen un amor. Los protagonistas son dos criaturas solitarias buscando una oportunidad, la compañía de su alma gemela, alguien que sume en sus vidas, podría ser un alter ego o su nemesis... ¿puede haber algo más?

Avanzo cada hoja y me sorprendo, no por la prosa, sino por el argumento repetido: ¡es la misma historia! ¡los mismos cuentos de libros atrás!

¿Qué es esto? ¡No hay algo nuevo! ¡Es el mismo final! Ella se aleja, él se pierde en la distancia, pero no se sabe qué pasó con la chica, sólo sé que el joven terminó mirando el horizonte en la noche, esperando el amanecer, para dormir cuando es de día y despertar cuando llega la oscuridad.

¡Es una mierda! Su  mediocridad me asusta. Debo escribirle una carta al autor. Quiero nuevos temas, más personajes, situaciones más complejas y —sobretodo— un gran final: la dicha infinita para los dos protagonistas, una unión hasta el más allá.

¿Y qué pasó con los lobos? ¿Dónde están? Quiero verlos reflejados en la pareja. Brujas, dioses, demonios, estrellas, elementales de las plantas, elfos, silfos y demás criaturas, de las que ya nadie escribe, pero que el autor conoce, de ellos nos puede hablar.

Se he convertido en su único seguidor, en un tonto soñador, en un verso no pronunciado, una prosa lamentablemente inagotable, un suspiro silencioso y en la figura solitaria de un encantador vals .

El siguiente trabajo será un  mejor esfuerzo: la octava nota, el sexto elemento, el bullicio en el silencio, el límite del infinito y... ¡el amor que se sobrepone a la adversidad!

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