El tiempo perdido no volverá
La tormenta comenzó en una noche al final de enero, cuando un relámpago iluminó la oscuridad, un trueno silenció el bullicio, una lluvia aquietó la ciudad, y desde que tú me dejaste de hablar.
Entonces quedé bajo la interminable tempestad, entre la calle, mirando a la noche, mirando en silencio, como tu figura se empequeñecía conforme se alejaba más y más, debajo de un paraguas que te cubre del aguacero, con una casaca que te abriga de esta ventisca temporal.
Caminé siguiéndote, gritando tu nombre en mi andar, pero no detuviste tu marcha por mis llamados, que finalmente se perdieron por la ciudad. A ti la tormenta no te afecta, puedes sentarte en tu balcón a contemplar la lluvia, mientras bebes un chocolate caliente, abrigando tus dos manos y esperando un nuevo sol, pues son incontables los que quisieran cada día alumbrarte; puedes esperar un nuevo día, porque un nuevo sol aparecerá.
Sin embargo yo, que no brillo como el gran astro, pero sí como Sirio, como la estrella que guió en antiguas noches perdidas en el tiempo, a tantos navegantes por el extenso mar, a tantos viajeros por el desierto... ya nadie sigue más, sólo aquellos que atraviesan la oscuridad.
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