El hombre, el lobo y la luna

Esta noche dejé mi cuerpo en reposo, descansando entre las frazadas de mi cama, mientras yo, con mi cuerpo astral, me deslizo suavemente por la quinta dimensión, recorriendo planos infinitos de un mundo por todos desconocido.

Al día siguiente, no puedo proyectarme al astral, algo sucede, ¿el influjo de la luna llena estará causando alguna alteración en mi mente? Sin darme cuenta, mi cuerpo, extrañamente, comienza a sudar y a sufrir alteraciones arrítmicas.

No puedo moverme, estoy preso de mi cuerpo, el astral no puede navegar en su elemento. Me retuerzo para escapar, pero no puedo. Mi corazón se agita, mi piel comienza a cambiar, mis vellos a crecer y a multiplicarse, mi rostro ¡oh! se perfila hacia adelante, como el de un can, o algo más fiero, como el de un lobo.

Yo grito y mi desespero, pero mis voces se ahogan y, súbitamente, no me reconozco, escucho gruñidos, y después, aullidos. Entonces mi cuerpo responde, salto de la cama con extraña agilidad. Pero mis ojos no ven como antes, ahora veo claramente en la oscuridad.

No soy yo, soy otro ser, soy una criatura salvaje. Huyo rápidamente de mi habitación, salto por la ventana entreabierta y corro, corro como alma que lleva el diablo. He salido del perímetro de la ciudad y no dejo de escapar. Finalmente, entro al bosque, de alguna forma retorna mi tranquilidad y busco agua para beber y algún montón de ramas donde descansar.

Pienso como hombre pero con instintos animales. Reconozco mi cuerpo, lo lamo varias veces, aprecio este nuevo móvil y no dejo de lamentarme. ¿Qué pasó conmigo? ¿Qué pasará más adelante?

Los días pasaron, me alimento de roedores y cualquier cosa peluda que se mueva entre la vegetación o debajo de esta, mi fino olfato me ayuda a sobrevivir. Pero algo no ha cambiado, mi astral sigue viajando cuando este nuevo cuerpo descansa. En esta otra dimensión, investigué la causa de mi transformación, pero nadie me dio respuesta; estoy solo, tanto en este mundo, como en el otro.

Regularmente jadeo y sufro hambre, en otras correteo porque me gusta o, simplemente, descanso bajo el sol o debajo de algún follaje. Pero cuando no duermo, mis lamentos se pierden entre el bosque, sin que alguna otra bestia los oiga. Ningún otro ser busca la compañía de un lobo.

Aquí estoy, ahora, al pie de un acantilado, como cada uno de estos últimos días. No sé que hacer, quizá me convierta en el primer animal en suicidarse, la soledad está acabando conmigo; si como hombre me era dificil, ahora me resulta insoportable.

Y así, ya en la cuarta semana perdido entre la naturaleza, algo se ha movido cerca de mi, mientras observaba desde lo alto del barranco, justo antes de dar el salto final. ¡Qué sorpresa! un animal de la misma especie me observa, quizá preguntándose: qué hago yo aquí.

Nos acercamos cuidadósamente, nos olfateamos y siento un aroma diferente, que mueve mi inconciente animal. Es una hembra de espléndido pelaje. Entonces se comunica conmigo y yo con ella, no puedo explicar cómo las emociones, que dormidas estaban, despertaron inmediatamente.

Los siguientes días estuvimos conociéndonos, caminando juntos y atravezando los arroyos que abundan en este lugar. Hay un arco iris delante de nosotros, así que nos detenemos a contemplarlo. Fue cuando sucedió. Nos miramos y aullamos juntos, rozamos nuestros cuerpos en señal de afecto, nos amamos en un claro, donde los árboles son cortos y la hierba es alta.

La vida me pareció hermosa. Su cálida compañía reconforta mi ser y mi cubil se ha convertido en nuestro hogar.

Empezada la quinta semana, en una noche cuando mi astral raya en el horizonte, diviso una misteriosa luz y me siento atraído hacia mi cuerpo canino. Desperté pensativo, lamí a mi pareja y salí de la guarida caminando en la dirección del misterioso resplandor.

En la oscuridad de la noche, cuando hasta las criaturas del bosque se esconden del frío invernal, mientras el silencio satura mis oídos y sólo el viento agita las ramas de los árboles y arbustos, mi figura deambula disfrutando la tranquilidad.

Pero, muy a lo lejos, el brillo que vi con mi astral, se proyecta desde lo alto de una cumbre, en la profundidad de la penumbra. La curiosidad se apoderó de mi, moví mis cuatro patas en esa dirección, caminé largos kilómetros hasta abandonar la seguridad del bosque. Atravecé un antiguo riachuelo de aguas frías. Subí la pendiente, que pronunciada estaba. En lo alto, la neblina lo cubría todo, el aire era pesado, yo, que estaba ya jadeante, me esforcé aún más, hasta el tope de la montaña, desde donde la luz provenía.

Mis últimos pasos fueron los más duros, pero al llegar hasta cumbre, de entre las tinieblas, una mujer de pie me esperaba. Era ella el lucero. Su cabello negro como la noche y su túnica clara como el mediodía, me dejaron anonadado.

Entonces me dirigió la palabra, ante mi asombro:

- Los 30 días han pasado, Odiseo.
- Una larga caminata he tenido, para descubrir que este mal me traías.
- No te aflijas, tú puedes decidir.
- Aquí estoy libre y puedo amar.

Giré sobre mi para regresar por los mismos pasos que hasta la cumbre me trajeron. Pero, nuevamente, mi inocente curiosidad me hizo voltear para despedirme de aquella dama.

Ahí estaba, con su verdadera forma, blanca y radiante, la más hermosa de todos los astros que en las noches nos vigilan.

Sobre mi cabeza y en lo alto del cielo, la luna llena me decía adiós, y yo, respondí con un largo aullido.

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