Un ave en el horizonte

Querido amor.

Hoy deseas escribir el final de nuestra historia, y en el epílogo de esta vida compartida, sólo deseo dialogar esta noche sobra el sofá contigo, libando con la misma copa de vino, quizá hasta el amanecer...

Porque si no puedo convencerte con razones, podría forzarte hasta fundirte a mi cuerpo. Entonces recordarás la firmeza de mis manos sobre tu cintura, el roce de mi pecho masculino sobre tu femenina espalda, y la pasión que encendían mis repetidos besos sobre tu espigado cuello.

Como no logre seducirte, como antes sí lo hacía, intentaré escribir tu nombre con las estrellas del cielo, en la oscuridad de la habitación que nos acogerá. Pero si una luz encendida se interpone en mi camino, será tu nombre enaltecido con mi prosa, hasta eclipsar con el brillo del elogio, aquella profana luz.

Y si después de cantar el gallo, tu causa se aleja de la mía, llevaremos tu equipaje hasta la puerta, para despedirte con un sincero beso, que en tu mejilla quedará grabado.

Te dejaré partir como el ave que se aleja de aquello que ve como su prisión, hasta que alcances el lejano horizonte, que cubrirá de mis ojos la visión de tu última figura.