Quédate hasta el amanecer

Mujer, mi amante, quédate conmigo hasta el amanecer.

La oscuridad nos sorprenderá cuando la cena se haya terminado, al lado de un boulevar, donde la noche empieza a las doce, cuando hidalgos bohemios alcen sus copas y liben generosamente después de un brindis en tributo a la madre tierra. La música se animará con guitarras, voces y ritmos de ingeniosos boleros, seducirán a los más enamorados y nos incitarán a bailar tan cerca, que podré oír tu respiración y tú... sentirás la fuerza de mi cuerpo.

Después de cautivarme con tus miradas, mi mano retendrá la tuya y te invitará a la salida.

Pronto estaremos envueltos en el silencio de mi habitación. Atrás quedarán los versos y la música romántica; sólo seremos dos amantes superados por nuestros ansiosos cuerpos, sin guardarnos ningún tabú o distraernos con el recuerdo.

Cuando tus labios se pierdan en el horizonte de mi piel, serán mis manos las que alboroten tu cabello, mientras mis dientes grabarán mis deseos en tu cuello, para encender la pasión que tu cuerpo no podrá escondérmela más. Sin separarnos, oyendo con mayor intensidad tus latidos y esos profundos gemidos que recompenzarán mi esfuerzo, transmitiré a tu persona el calor de mi cariño, como un fuego inagotable, que tu cuerpo desnudo y la simpatía de tu ser, producen en mí.

En el cenit de nuestra privacidad, no me permitiré descanso alguno si tu límite no ha sido transgredido en más de una oportunidad; y yo, envuelto en la contención, encontraré satisfacción en tu delirio y en mi castidad.

Después, una corta y amena conversación seguidas por un tibio café negro y una galleta de mantequilla sobre la cama, nos relajaremos para que te entregues al descanso y, para mí, será el tiempo de volar entre sueños...



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