Tía María - Una noche de paro en Arequipa


Tercer día de protestas contra la mina Tía María. Al caer la tarde, las manifestaciones se mantienen en el centro histórico de Arequipa. Aunque los comercios están cerrados en estas calles, el resto de la ciudad sigue laborando, inclusive a puerta cerrada.

Como es mi costumbre, llego al centro de la ciudad para continuar con mi día de trabajo, pero dispuesto a retar el caos reinante, entonces me sumo al amplio grupo de personas que decidieron cumplir sus deberes, pues vivimos de lo que vendemos día a día y, finalmente, no estamos de acuerdo con las razones o sinrazones que convocaron las protestas.

Armado de un celular con cámara de 1.3MP y en la compañía de alguien a quien simplemente conocerán como petite nuit, trabajamos como cada día, compartimos con los amigos que nos visitaron (aún en estas condiciones) y recorrimos las calles céntricas como si se tratara de un turismo vivencial.

16.45. Camino rápidamente para encontrarme con petite nuit, entonces oímos un ruido sordo, como el que hace un disparo de bomba lacrimógena, que venía desde la Plaza de Armas.

17.00. Nuestra calle parece tranquila, la policía se encuentra muy cerca protegiendo el cuartel policial. Pudimos trabajar a puerta abierta y atender clientes, al menos por 2 horas. Es más, nuestro primer cliente de la tarde fue un amigo que trabaja dos calles más allá, quien no estaba contento con cerrar su negocio, pues le traía perjuicio económico. Para él, la solución era posponer la ejecución del proyecto minero y empezar el diálogo.

18.30. La paz no podía durar mucho tiempo, la Plaza de Armas no está asegurada completamente, algunos de los manifestantes más radicales regresaban por mi zona causando problemas, levantando los adoquines que están en las calles, obligándonos a bajar nuestra puerta y ha encerrarnos con las personas que intrépidamente alcanzaron a ingresar a nuestro espacio. Uno de los transeúntes sufrió el golpe de una de las bombas lacrimógenas que lanzaron los policías para dispersar a los manifestantes, felizmente no fue grave, sólo un dolor que le permitió salir caminando después de ir a nuestro baño para regar las paredes de orines.

En estos minutos de confusión, una joven residente británica que nos visitaba como cliente, me preguntó "¿Por qué hacen eso? ¿Por qué rompen todo?" No sabía qué decirle, la única respuesta que me pareció lógica fue que la adrenalina estaba cruzando su masa encefálica, que sumada a las actitudes delicuenciales y resentidas de estas personas, formaban un cóctel de destrucción contra lo que sea que fuese posible de destruir sin resultar ellos mismos heridos. Pero finalmente me ahorré las palabas y le dije calmadamente: "Nuusé". Pensé que era el momento apropiado para abrazarla y brindarle un algo de consuelo, pero al ver su rostro de tronco seco, preferí alejarme un un par de metros.

19.00. Ya compuesta la situación en las calles aledañas, las personas transitan tranquilamente y algunos autos están circulando; hasta pude oír a cierto manifestante de edad madura que pasó hablando por el celular, diciendo con voz firme: "¡Estoy en en paro!", mientras discurría por la vereda contigua, portando una linda bolsa de panes, leche y algún bocado más para llevar a casa.

Cuando ya no teníamos clientes, una amiga que vive casi al frente aparece de la nada y con su ropa de dormir, apurándonos para que cerremos porque la situación parecía muy peligrosa. Nosotros sonreímos suavemente y nos comprometimos a cerrar. Pero antes de hacerlo, la vimos a ella parada frente a su puerta mirando al tumulto y conversando con otras personas.

19.15. Teniendo la puerta llena de candados y activada la alarma, petite nuit y yo nos miramos en silencio y con el pensamiento nos dijimos: "¿Vamos?" "¡Vamos pe'carajo!". Así iniciamos nuestro periplo por las calles céntricas, documentando los destrozos, y con el riesgo de que se nos acabe la carga de las baterías.

Las impresiones iniciales eran desconcertantes, esperábamos una aventura o al menos una breve emoción, pero en la primera calle que atravezamos sólo encontramos policías impidiendo la entrada a la Plaza y un pequeñísimo grupo de curiosos que miraban quién sabe qué. Decidimos rodear toda la cuadra, entrando por las calles -siempre- oscuras del centro. Una que otra piedra, suciedad, nada fuera de lo normal, ya todos sabemos que Arequipa no brilla por su orden y limpieza.

Pero al entrar a Mercaderes nos confundimos un poco, pues había algo fuera de lo normal, sin embargo, en una ciudad como esta, hasta un destrozo puede ser la normalidad. Como se trababa de Mercaderes, lo meditamos, lo echamos a la suerte y concluímos que los ladrillos desbocados y con agua alrededor era una situación anormal. Pero no éramos los únicos que tomaban fotos, los turistas extranjeros también apuntaban con sus cámaras, para tener una historia diferente que contar en sus países.

Unos metros más allá, en el cruce con la calle San Francisco, donde un grupo de transeúntes miraban la Plaza y comentaban, eran vigilados por unos cuantos policías. Tomamos algunas fotos, aún sin tener la seguridad de si aquellos destrozos eran producto del vandalismo.

El último reducto de los manifestantes se había agolpado frente a la Catedral, eran dos grupos pequeños con letreros que despotricaban contra el Gobierno. Sin embargo el piquete de la fuerza policial estaba decidido a terminar la manifestación y recuperar la Plaza en su totalidad.

Mientras la gente estaba tensionada, alcanzamos a escuchar unos gritos de una vendedora ambulante: "¡Máscaras! ¡Lleven sus máscaras para el gas!" Bien por ella, ya sabemos lo que reza el dicho: "a río revuelvo, ganancia de pescadores". Obvio que esas máscaras no servían para nada, pues eran de esas que usan los médicos. Además el gas también se mete a los ojos, esta noche lo comprobé...

Nosotros seguimos entre la turba, confundiéndonos o quizá infiltrándonos en el tumulto ya agotado por las grescas del día. Pero no todo estaba terminado, la policía estaba recibiendo refuerzos, se trataba de un flamante rochabus, una especie de camioncito destartalado y blindado que cuenta con una torreta giratoria por donde expulsa agua a gran presión.

Así, en medio del sonido de sirenas y el movimiento de las tropas, el rochabus apareció raudamente, rociando de agua a todo el que estuviera al frente, pero nadie era tan tonto como para dejarse mojar a las 8 de la noche, por lo que el rochabus se la pasó humedeciendo las pistas y regando las plantas de la Plaza.


En un momento de máxima tensión, el rochabus se acercó hasta nosotros y expelió gruesos chorros de agua hacia la multitud, fue cuando petit nuit y yo nos separamos, yo porque quería tomar unas fotos cercanas al vehículo y ella porque quería evitar ser mojada.

Mientras disparaba con mi celular miraba hacia el gentío buscando a petit nuit, pero no alcancé a verla. Cuando me bajó la adrenalina caminé hasta Mercaderes y revisé los cuerpos, estaba preocupado pues ella podría estar ahí sepultada y sin recibir cristiana sepultura. Admito que perdí las esperanzas de hallarla, pues los órganos de los cuerpos que son vendidos en el mercado negro cuando están frescos, pueden valer miles de dólares. Felizmente detrás mío se encontraba ella, con algunos cabellos desaliñados, pero con vida y con sus dos riñones, al menos eso parecía.

Pasado el chapuzón, uno de los bravos manifestantes, de esos que están con una capucha para que sea difícil reconocerlos, rompió en gritos: "Nosotros estamos en una marcha de paz, conche su mare, si quieren mañana venimos y les traemos guerra".

Después de esta experiencia le dimos un último rodeo a la Plaza por otra calle. Ahí nos topamos con uno de los cabecillas de la turba delicuencial que se encontraba en pleno proceso de destrucción de la vía pública, basta con decir que hasta un selfie se tomó con los restos de sus reprochables actos.

Nosotros conseguimos la exclusiva, pues este simpático delincuente respondía al sobrenombre de perro flaco o perro'e chacra, al parecer sus seudónimos varían según el grupo con el que participa. Al preguntarle el porqué de sus actos delictivos y en solitario, él simplemente dijo: "Odio a los pitufos".

20.15. Así, ya cumplida nuestra misión periodística, procedimos a retirarnos del escenario, con bastante ánimo para empezar el siguiente día, pues ni con paros o manifestaciones dejaríamos de trabajar.

21.00. Después del ajetreo de la tarde llegué a casa, pero grande fue mi sorpresa luego de abrir la puerta, sólo atiné a pensar que el temible perro'e chacra había conseguido mi dirección y pasó con su turba arrasando con el departamento. Todas las cosas estaban tiradas, el piso sucio y lleno de pelos, parecía la guarida de un animal y no de un ser humano; papeles por aquí y por allá, el baño asqueroso, el dormitorio revuelto, ropa sucia y un largo etcétera. Pero luego recordé que soy un flojo de mierda y se me pasó...

Nota: El artículo es una parodia, no necesariamente concuerda con la realidad.

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