Lágrimas de un hombre

Como un látigo mortal es esta realidad, que no me deja vivir en paz, es el destino que maneja los hilos de mi triste vida, y no puedo decir lo contrario, aunque ciertamente lo quisiera.

Como una triste melodía de medianoche, como una triste interpretación que oigo a cada momento de mi existencia; no puedo dejar de escucharla y me atormenta con sus notas lastimeras, son esas fugas que sólo infunden dolor en mi ser. ¡Oh! Fatal intérprete ¿Por qué no dejas ya de mancillar no sólo mi corazón, sinó también mi razón y mi alma? Me castigas como si culpable yo estuviera. Estoy preso cumpliendo una condena de la que soy casi inocente.

En esta noche de lluvia, en esta fría noche, donde mis lágrimas cubren toda esta ciudad de inmensa tristeza, no puede existir la tranquilidad para un alma afligida, sólo la miseria que desgarra mi interior, sólo la injusticia que atravieza mi recuerdo y no cesa en su castigo, no cesa en flagelarme y hasta clavarme para verme muerto, aunque muerto no lo estoy, pues no pretenden herirme de muerte, tan solo prolongar mi agonía.

No hay momento del día y no hay sueño en la noche donde no llegue ese recuerdo y esta realidad que no puedo cambiar. Cuando la esperanza ya no existe, cuando las creencias más firmes se derrumban, cuando sólo lloras y sólo sufres, cuando sabes que nada puede mejorar, cuando sólo esperas el momento de abandonar esta vida, para nunca más volver a regresar.

Dicen que el deseo es la raíz del sufrimiento, entonces no desearé nunca más la justicia, la verdad, el amor y todos esos bienes que por ahí dicen que al final siempre triunfan. Pero, ¿Cómo decir que existen si yo no los veo, no los escucho, ni ellos a mi? Sólo los recuerdo como el susurro de algún infeliz, como un rumor en una iglesia y como un final feliz en un cuento de mi niñez.

Pero en esta vida no importa si al final llegan, pues después de tanto sufrimiento y saber que no puedes recuperar lo perdido ¿Para qué entonces reclamar la justicia, el amor y la verdad? Si esto en nada cambiará lo ya vivido. Y sé que ningún dios me regresará nada, pues no hay dios que pueda regresar el tiempo.

Es que cada sonrisa de un niño, cada beso de los amantes, cada día bello, cada día triste y cada momento nostálgico, sólo consiguen que mis ojos se nublen, sólo consiguen que en silencio mi ser se hunda más en mi mismo, y pronuncio inconcientemente la palabra perdón, sin saber a quien se la dirijo.

Cualquier día soleado, cualquier noche estrellada, cualquier montaña nevada; el ruido de las olas, el sonido de un violín, la melodía de un piano, los silbidos más altos de mi quena, todo, todo, no son más que clavos ardientes que perforan mi mente.

Ante el mundo tengo que sonreír, porque nadie sabe lo que vivo y si ven tristeza en mi, se preocupan como si algo pudieran hacer, como si realmente pudieran ayudar. Entonces debo fingir que puedo sonreír, debo fingir que mi vida es normal, que puedo trabajar, que vivo, que pienso y que todavía sueño; aunque ya nada de esto puedo hacer, pues sólo soy un ente inmaterial, un susurro que el viento se lleva cada día, un río que se agota, una fuente que se extingue o un lirio que se consume lentamente en una mañana soleada.

Al final no puedo más que esperar el momento de partir, el momento de recorrer el sendero del día y de la noche, cuando por fin, todos estos recuerdos sean borrados y descanse eternamente allá donde se quiera, porque cuando me haya ido, no importará a donde sea.

Sé benigno conmigo, cruel destino, apiádate de mi tan sólo por una vez, déjame llegar al sueño eterno, déjame atravezar el umbral de la vida, no quiero saber de finales felices o que el amor puede vencer todas las barreras. Sólo ansío cruzar esa puerta de la que cuelga un letrero, en el dice que debo abandonar toda esperanza para entrar.

No les deseo castigo a mis malhechores, pues ¿Cómo desear que otros vivan lo que vivo? Para ellos sólo bendiciones. Y para el ser que nunca conoceré y quien jamás me conocerá, para este ser, que sea feliz por los dos, que tenga lo que a mi me falta, que viva sin hacer el mal, que viva haciendo el bien, que crea en un futuro mejor. Entonces y sólo entonces, desde el lugar más oscuro del universo, encontraré la paz que se me niega en esta vida.

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