Silencio por favor

Ha pasado un día completo, las 24 horas, sin pronunciar una palabra, quedando ocho horas adicionales de la noche entrante, más el tiempo que permanezca metido en esta habitación después del amanecer, para superar largamente las 32 horas.

Estoy acostumbrado a pasar días enteros sin hablar, sin comunicarme, sin escribirle a nadie; si me escriben, simplemente no respondo porque mi smartphone está en modo silencioso. Ninguna comunicación es tan importante como para aguantar esos ruidos molestos del móvil. Pero quizás sí hay un par de números que atiendo, básicamente nada más.

Adoro el silencio, la calma, el tiempo. ¿O debería decir la ausencia de tiempo?

Si tuviera que elegir, conversaría con alguien muy especial para mí, pero no por los medios digitales, sino, en persona, frente a frente, o caminando por algún lugar que, si lo desea, hasta podría ser medianamente escandaloso.

La soledad puede ser desesperante, aún para quienes estamos acostumbrados. No sabes lo que es vivir alejado del mundo. No sabes lo que es no soportar al mundo. Es como vivir en una cárcel mental, en una prisión inevitable, un habitación oscura intencionalmente elegida, antes que pertenecer a ese mundo.

Por más terapias, viajes, aventuras, riesgos o emprendimientos en que incurra, el resultado, a la larga, tiende a lo mismo.

Mas, en presencia de la persona indicada, todo es tan diferente; radiante.

El mundo es un lugar vacío, carente. No hay sensaciones, emociones, ni pensamientos que merezcan mi atención. Cualquier grupo social termina causándome aburrimiento. Así, agotada la novedad, el aprendizaje, todo se torna bullicioso e insoportable.

Es preferible la distancia, el silencio.

Porque la soledad, aunque taciturna y lacerante, me resulta honesta, íntima y profunda; sin alboroto y sin sorpresas desagradables. Pero sé que tiene un límite. Este límite será el final o, escrito directamente: mi final.

Comentarios

  1. No alarms and no surprises - Get me out of here .... Será que nuestras espectativas son tan altas que no vemos en lo invisible "su valor". La sensación de no pertenencia a éste mundo porque estamos tan dentro de nosotros mismos que no alcanzamos siquiera a querer rozar el universo contiguo.

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