Crítica a Memorias de una Geisha

Ella pinta su rostro para esconderlo, sus ojos son agua profunda. Una geisha no puede desear. Una geisha no puede sentir. Una geisha es una artista del mundo flotante; baila, canta, entretiene, hace lo que le pidan; el resto son sombras, el resto es secreto.

Me gustan las películas que incluyen temas culturales, como la del Japón tradicional, o el del mundo musulmán.

En cuanto a artistas orientales, no podría encontrar un reparto tan estimado para mí, como el de Ken Watanabe, Ziyi Zhang, Michelle Yeoh, Togo Igawa, Mako y Cary-Hiroyuki Tagawa.

En efecto, Ziyi Zhang (Sayuri) tiene los ojos como el agua, pero cuando hay lágrimas en estos, son océanos en movimiento que brillan reflejando una estrella. Michelle Yeoh (Mameha) es el contraste con la juventud de Zhang, ella es madura, centrada, y he ahí su belleza. Qué sólida es esta actriz, siempre me ha gustado.

Zhang como protagonista desarrolló a su personaje desde la adolescencia, entregándole inocencia, brillo, inteligencia y carisma. Yeoh y Watanabe nunca decepcionan. De todas formas no me importaría, porque ya dije que los tengo en alta estima. Y como no podía ser diferente, Tagawa interpretó un papel corto en un personaje odiado; pero no me importó porque es Tagawa.

Los primeros 20 minutos son difíciles de digerir, no por el trabajo, si no por la historia contada. También resulta angustiante conocer el destino de cualquier geisha de aquellos tiempos, y tenerlo presente a lo largo de la película.

Es un drama que planteó la historia de una geisha en forma apresurada y media forzada, donde la protagonista emerge como un géiser, de la nada. He aquí que se presenta inverosímil. Pero así lo plantearon. No me gustó el epílogo. El final es el esperado y eso le quita drama, pero igualmente te enjugarás los ojos. La historia es muy parecida a los cuentos de Disney.

La danza que la catapulta como geisha inolvidable es parte de la prueba de la afirmación anterior, porque ella rompe todos los esquemas tradicionales para mostrarnos un baile moderno, algo que es imposible para una geisha, pero posible en el mundo de Disney.

Los ambientes de la filmación resultaron asfixiantes por el tamaño reducido en casi todas las escenas, tanto que al ver la toma abierta sobre el final, degusté esta como un vaso de agua después de trabajar frente a un horno. Siendo honesto, una toma como la mostrada es impresionante en cualquier película.

El solo de flauta fue una delicia, pero El "Vals del Presidente" se lleva las palmas, creo que dormiré recordando las notas del cello y el violín. Algunos diálogos me los guardo porque me gustaron.

Y no olvidemos el vestuario y la ambientación, donde la producción se tomó todo el tiempo necesario para recrear esa época pasada.

Dentro de las limitaciones argumentales, el final es bello y bien trabajado, rodeado del ambiente que entendemos como el Japón tradicional, cerrando con éxito una película memorable.

7/10. Merece un tiempo especial, no el que sobra. Apto desde niños mayores.

John Williams - "El Vals del Presidente"

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