La Papisa Juana

Para el mundo católico, en este viernes 3 abril se conmemora una año más de la muerte del legendario Jesús de Nazaret o "Jesucristo". Sé que para algunos resulta extraño que esta fecha siempre coincida con la luna llena, pero vamos a olvidar estos detalles incómodos para los fieles.

Mejor revisemos una de esas historias anecdóticas a la que la Iglesia Católica nos tiene acostumbrados, como aquella vez durante el siglo IX, cuando el ministerio papal fue ejercido por una mujer. No me refiero a la época en que dos mujeres sucesivamente gobernaron la Iglesia tras bambalinas, sinó cuando, efectivamente, hubo una mujer ordenada como Papa.


La citada dama fue -posiblemente- nombrada con el piadoso nombre de Juan VIII. El mismo Lutero afirma haber visto, en su visita a Roma, una estatua de la Papisa Juana en el lugar exacto donde ella murió.

Se dice que esta mujer conquistó el báculo haciéndose pasar como un hombre. Ya nos queda claro que no fue un plan de última hora y no hace falta decir que debió ser muy inteligente y astuta.

La leyenda cuenta que su verdadera identidad sexual no se supo hasta el momento de su muerte. Aconteció que, mientras el Papa recorría las calles de Roma con su comitiva, bendiciendo a todas las almas compungidas, Juan VIII se detiene y comienza a gritar de dolor, acompañados estos de sangre que le brotaba desde debajo de la túnica papal, tiñendo de un rojo espeso la empedrada vía.

Algunos pocos minutos después, mientras llegaban los médicos, la comitiva decide recostar al Papa y levantarle las túnicas. Fue cuando sucedió, en el peor de los momentos, el alumbramiento de un bebé.

Luego del parto, se dice que ella fue perseguida por la multitud enfurecida y muerta en el acto. Otra versión afirma que ella falleció producto del alumbramiento. Se cree que la criatura sobrevivió, pero no se sabe más.

Como siempre en estos casos, no hay pruebas exactas, pues se piensa que la Iglesia intentó ocultar todo lo referente a la Papisa. Pero como fuente tenemos a Lutero, que es alguien en quien podemos confiar; además la Iglesia implementó un proceso para verificar la virilidad de los aspirantes a Papa, la "sedia stercoraria", que no hubiese sido necesario sin la previa existencia de una mujer que ocupó este ministerio.

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