Beethoven: Carta a su Amada Inmortal

Mi ángel, mi todo, mi otro yo. ¿Por qué esa profunda pesadumbre cuando es la necesidad quien habla? ¿Puede consistir nuestro amor en otra cosa que en sacrificios, en exigencias de todo y nada? ¿Puedes cambiar el hecho de que tú no seas enteramente mía y yo enteramente tuyo? ¡Ay Dios! Contempla la hermosa naturaleza y tranquiliza tu ánimo en presencia de lo inevitable. El amor exige todo y con pleno derecho: a mí para contigo y a ti para conmigo. Sólo que olvidas tan fácilmente que yo tengo que vivir para mi y para ti. Si estuviéramos completamente unidos, ni tú ni yo hubiéramos sentido lo doloroso. Mi viaje fue horrible. Alégrate, sé mi más fiel y único tesoro, mi todo como yo para ti. Lo demás que tenga que ocurrir y deba ocurrir con nosotros, los dioses habrán de enviarlo.

Tarde del lunes. Tú sufres. ¡Ay! donde yo estoy, también allí estás tú conmigo. Conmigo y contigo haré yo que pueda vivir a tu lado. ¡Qué vida así! Sin ti. Perseguido por la bondad de algunas personas, que no quiero recibir porque no la merezco. Me duele la humildad del hombre hacia el hombre. Y cuando me considero en conexión con el Universo, ¿qué soy yo y qué es aquél a quien llaman el más grande? Y sin embargo, ahí aparece de nuevo lo divino del hombre. Lloro al pensar que probablemente no recibirás mi primera noticia antes del sábado. Tanto como tú me amas, mucho más te amo yo a ti. ¡Buenas noches! En mi calidad de bañista, debo irme a dormir. ¡Ay, Dios! ¡Tan cerca! ¡Tan lejos! ¿No es nuestro amor una verdadera morada del cielo? Y tan firme como las murallas del cielo.

Buenos días, siete de julio. Todavía en la cama se agolpan mis pensamientos acerca de ti, mi amada inmortal; tan pronto jubilosos como tristes, esperando a ver si el destino quiere oírnos. Vivir sólo me es posible, o enteramente contigo, o por completo sin ti. Si, he resuelto vagar a lo lejos hasta que pueda volar a tus brazos y sentirme en un hogar que sea nuestro, pudiendo enviar mi alma al reino de los espíritus envuelta en ti. Sí, es necesario. Tú estarás de acuerdo conmigo, tanto más conociendo mi fidelidad hacia ti, y que nunca ninguna otra poseerá mi corazón; nunca, nunca.

¡Oh, Dios mío! ¿Por qué habrá que estar separados cuando se ama así? Mi vida, lo mismo aquí que en Viena, está llena de cuitas. Tu amor me ha hecho al mismo tiempo el ser más feliz y el más desgraciado. A mis años, necesitaría ya alguna uniformidad, alguna normalidad en mi vida. ¿Puede haberla con nuestras relaciones?. Ángel, acabo de saber que el correo sale todos los días. Y eso me hace pensar que recibirás la carta en seguida.

Quédate tranquila. Tan sólo contemplando con tranquilidad nuestra vida alcanzaremos nuestra meta de vivir juntos. Quédate tranquila, quiéreme. Hoy y ayer ¡Cuánto anhelo y cuántas lágrimas pensando en ti, en ti, en ti, mi vida, mi todo! Adiós. Quiéreme siempre. No desconfíes jamás del fiel corazón de tu enamorado Ludwig. Eternamente tuyo, eternamente mía, eternamente nuestros.

Carta escrita por Ludwig Van Beethoven dirigida a una mujer, a quién sólo conocemos como "amada inmortal"

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