Odisea Virtual

Ella se ha ido, cuando en la noche, mis sueños brillaban con su presencia. El recuerdo que deja en mi corazón, es la ilusión partida, la dolorosa esperanza que nunca llegará, el final de una era, el adiós sin un te quiero. No veo un mañana, no veo un después, cuando en tus manos, las mías no están, cuando en tus ojos, los míos no se reflejan, cuando a tu vida, la mía no pertenece.

Dos puertas me separan de ella, pero hay un mundo entre nosotros. Es delgada, de baja estatura, diría que es pequeña. Su cabellera, de un negro intenso, no es larga. Sus ojos son negros, su mirada, a veces,  se distrae observando mi ambiente de trabajo... ...¿Acaso buscando mi presencia? ...¿O sólo es lo que quiero pensar?

Siete de la noche , ya tengo ganas de hacer los deberes finales del día, pero faltan tres horas y media para conectarme a la red. Son las ocho y los clientes están sentados disfrutando un aromático café con notas a nueces y mieles y también una taza de chocolate de cincuenta y cinco por ciento de cacao, acompañándolos con un mousse de chocolate y la ya clásica torta de zanahoria. Ellos no saben que espero atentamente su partida.

En Perú han aparecido muy pocos imitadores de Roberto Carlos, pero en Ecuador hay alguien que verdaderamente lo hace bien. Sólo disfrútenlo. Tema: Propuesta

Es noche de luna, me he convertido en un animal, en un lobo que no puede dejar de aullar y esperar la respuesta lejana de alguna otra alma despojada de su felicidad. Me deslizo entre la penumbra, sigiloso, cuidadoso, atravezando los campos sin vida que dejaron todos los recuerdos que nunca volverán.   No he podido pasar la hoja donde escribimos nuestra historia, así que la arranqué para siempre de mi mente.

Esa quena que suena desde una de las esquinas de mi habitación, la armonía de las notas altas con las más bajas, aquellas ásperas con las finas, como el trazo de un pintor sobre el final de su lienzo. Recuerdo el tiempo cuando con mi instrumento, la suavidad de las melodías fluían como el viento que entra por la ventana de un piso bajo. Mi barbilla apoyada sobre mi mano izquierda, con la mirada perdida en lo alto de la pared del frente, sin tener algún pensamiento, la mente ha desaparecido, sólo siento, sólo permito que mi corazón exhale la nada que por dentro lo está consumiendo.

Se ha extraviado en la noche profunda, la fuente de la tranquilidad, el agua que la vida otorga, la flor que adorna en los días de un año estival. El beso al vacío, el abrazo a la nada, el amor no correspondido; la imaginación vuela hasta una quimera que otorga placer instantáneo, pero alcanzable en la soledad, en la distancia, en el descontento de los olvidados.

La blanca nieve corona el volcán vigilante de esta ciudad, que exhuma la tranquilidad de un domingo otoñal. El cielo despejado está, al rededor de la blanca aura del guardián, ligeras nubes se mueven suavemente desde el sur, empujadas por la ventizca característica otoñal. Azul se muestra este cielo, brilla el astro del amanecer hacia el este, son sus rayos reconfortantes los que abrigan a los pobladores de la urbe, que descansa en las faldas de un cono volcánico, llamado por los antiguos, Misti.