Starman

 Sucedió en uno de esos sábados cuando la jornada de trabajo fue largamente superada, sorprendiéndome la medianoche mientras caminaba a casa, lentamente, meditativo en los secretos de la vida que se esconden a nuestro intelecto y que, afortunadamete, sólo pueden ser descubiertos mediante la investigación directa, es decir mediante la experimentación.

 Los árboles que circundan mi vecindario perfuman el ambiente; muy pronto la naturaleza me acompañaba en ese tardío recorrido, en donde las luces de la ciudad no penetran con facilidad aquellas áreas verdes. Después llegué hasta al arroyo que marca el límite de la arboleda con la calle donde vivo, deteniéndome casi a la mitad sobre esos cinco metros de cemento y fierro que, recostados de una orilla a la otra, me permitían observar claramente las estrellas.

 Paseé mi mirada por la cúpula celestial, allí encontré al Centauro, a la Cruz... pero fijé mi mirada en Escorpio, porque Saturno estaba atravesando esta constelación y lo haría durante algunas semanas. También observé Antares, aquella estrella moribunda que desde nuestro planeta se aprecia carmesí.

 Así fue como mis dudas desaparecieron y las ansias de conocimiento quedaron en el olvido. Fue en ese instante cuando el inusual resplandor de la verdad iluminó la oscuridad de la noche, es decir, iluminó mis tinieblas.

 No sé decir si lo oí, lo vi o lo sentí, pero me llamaba desde algún lugar del vasto universo que no puedo identificar. No, no podía verlo, oírlo o sentirlo, simplemente llegaba hasta mí, no a mi mente, sino a mí.

—¿Quién eres? —Pregunté.
—Soy la respuesta a tu pregunta. —Dijo.
—¿Eres ese infinito que no se puede ver, oír, ni sentir? ¿Tú eres la esencia común a todas las cosas? ¿Aquello que está esperando mi regreso a tu regazo?—Inquirí.
—Búscame en verdad y me encontrarás.
—Tú no vives por allá lejos, lo deduje hace tiempo. Pero no tengo más fuerzas para seguir buceando en mis profundidades hasta encontrarte; lo he intentado tanto aunque siempre capitulé. Estoy solo y triste en este mundo, nadie me entiende ni quiere entenderme. En verdad extraño algo que no puedo decir qué es. Realmente quisiera saber cuál es el propósito de la vida, porque no lo entiendo, no veo algo por lo que valga la pena vivir.
—Entonces búscame.

 Había descubierto mi secreto más profundo, tras el cual siguió una lágrima que no paró hasta caer por mi barbilla. Después abandoné el trance, bajé la cabeza y caminé unos metros para llegar a mi habitación.

 Esa noche dejé de pensar, sólo sentía un vacío en mi corazón, una ausencia tan inmensa que perforó mi existencia; mi cuerpo físico se movió como autómata y cuando me cubrí con las frazadas, suspiré largos segundos hasta recuperar la calma, luego mis párpados pesaron tanto que cubrieron mis ojos, robándoles todo rayo de luz. Así conseguí el sueño físico que me permite desprender mi cuerpo astral de toda materia.

 Lo que siguió en esa otra dimensión sólo puede experimentarse. Más a esa voz que parecía venir de algún lugar del cosmos, le llamé Starman.

Continuará...


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