Silencio por favor
Ha pasado un día completo, las 24 horas, sin pronunciar una palabra, quedando ocho horas adicionales de la noche entrante, más el tiempo que permanezca metido en esta habitación después del amanecer, para superar largamente las 32 horas. Estoy acostumbrado a pasar días enteros sin hablar, sin comunicarme, sin escribirle a nadie; si me escriben, simplemente no respondo porque mi smartphone está en modo silencioso. Ninguna comunicación es tan importante como para aguantar esos ruidos molestos del móvil. Pero quizás sí hay un par de números que atiendo, básicamente nada más. Adoro el silencio, la calma, el tiempo. ¿O debería decir la ausencia de tiempo? Si tuviera que elegir, conversaría con alguien muy especial para mí, pero no por los medios digitales, sino, en persona, frente a frente, o caminando por algún lugar que, si lo desea, hasta podría ser medianamente escandaloso. La soledad puede ser desesperante, aún para quienes estamos acostumbrados. No sabes lo que es vivir aleja...