Psico Odisea: La Divina Señora
¡Madre, madre mía! La noche me abriga con sus fríos brazos, me arrulla con sus duras palabras y cubre mi cuerpo con látigos que truenan al romper el viento. He acariciado la muerte en medio de mi tragedia, llegando a buscar los caminos para partir a tu encuentro, allá, en el otro mundo; pero al recordar la máxima que Platón nos dejó, que todos estamos aquí como centinelas en su puesto, cobré valor para no traicionar este deber. Y mientras subyacía arrinconado en aquel foso, atravesado por la retórica demoníaca, no sé si mi conciente o mi inconciente, decidió que no era tolerable más sufrimiento en ese lugar.