La otra orilla del río
Sí, te amé con el delirio de un poeta,
cuando la ilusión de tu querer era la tinta de mis versos,
y la visión de tu figura era la musa de mi inspiración.
Entre el espacio de la realidad y mi imaginación,
la prosa fluía como un río de inagotable pasión,
con toda la fuerza de la agonía de un amor irrealizable.
Obsesionado como lo estaba,
Obsesionado como lo estaba,
en tus ojos no descubrí tu recondita mentira,
viví en la suavidad que tus manos entregaron a las mías.
Y fue por mi convicción que huí de aquel encantamiento,
Y fue por mi convicción que huí de aquel encantamiento,
aunque mis sentimientos se quedaron anclados,
pero crucé a la otra orilla de aquel río y no miré atrás.
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