En la ensenada

Sucedió en una mañana, no sé decir si llegué despierto a aquel lugar, o dormido todavía estaba, cuando caminando por un desierto, cubierto por la luz del día bajo un celeste cielo, la ausencia del astro que ilumina a diario, no me sorprendió y yo, calmado, caminaba hasta llegar a una montaña alta, con inusual forma piramidal; la rodeé, hasta divisar una oculta ensenada.


Desde el pie de la montaña, observé que el mar entraba un par de kilómetros en la estéril tierra y se extendía a lo largo, dos o tres veces más. Las olas avanzaban y se perdían en la ensenada; el aire agitado las empujaba hasta la masa continental.

Medite breves segundos, me pareció que subir la montaña sería muy agotador en un clima tan caluroso; así, me dispuse a entrar al movido mar.

Cuando ingresé a la bahía, el agua no me cubrió, sólo lo suficiente para alcanzar mi cintura. El oleaje era ligero, pero con frecuencia una ola me movía.

Todo el paisaje estaba sin vida; ni sobre las arenas, o dentro del mar, alguna criatura manifestó su presencia; el silencio era parte de la monotonía.

No me detuve, aunque avanzaba con cautela. Las olas se hacían mas altas y peligrosas, pero me mantuve firme y atento, sin cejar en mi intento de cruzar hasta el otro lado del mar.

Hasta que llegó una realmente grande. Se acercaba con fuerza, sentí el peligro; para mi no era una masa de agua acercándose, me pareció el tropel de enormes bestias que avanzaban hacia mí, o un gigante que corría presuroso para derribarme. Quizá yo estaba en su territorio o lo había despertado, pensé que hubiera sido mejor pedir permiso o regresar hasta la altura de donde partí.

Todo dentro de mí se agitó, más el entorno que rodeaba a la ensenada seguía en silencio, aún el cielo era tan azul, tan quieto. Pero el mar parecía que rugía, y que pronto me atropellaría.

Hasta que ese gigante estuvo ya frente mío; yo me preparé para lo peor, pero esperando lo mejor. Así, sólo seguí el ritmo de las olas, bailé la misma danza y en lugar de enfrentarme al coloso, sólo cerré los ojos y fui uno con el mar. Entonces, cuando todo ese volumen llegó, me balanceó suavemente y siguió su camino en sigilo.

Después de todo esto, el mar lo sentí tibio, miré al cielo reconfortado, y el oleaje no me molestó más. Salí de la ensenada sin pensamientos dentro mío; sólo una experencia, un momento, un lugar. Comprendí la naturaleza y esta me abrazó.


Comentarios

  1. :O, es como decir y generalizando que todo en general no representa un peligro o daño mientras lo enfrentemos con valor y comprension?

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