No puedo sonreír sin ti

Nos dijimos adiós y nos distanciamos para siempre. Ahora intento vivir como antes, trabajando desde la mañana hasta la noche, ignorando nuestro pasado.

Los días avanzan, como en cada año. En las últimas semanas, un brillante sol nos acompaña desde muy temprano; las noches ya no enfrían, un ambiente tibio se apodera de la ciudad. Las aves cantan en cada amanecer, las plantas rebozan de color y, el cielo despejado, se exhibe con un espléndido celeste. La primavera ha llegado...

... Pero dentro de mi corazón, el invierno continúa.

Ya octubre está dando paso a noviembre. La procesión del milagroso señor congrega multitudes por las calles, los fieles sienten un espíritu revencial por la imponente figura y su significado religioso. Hay grandes velas que lo rodean, también el incienso y la mirra lo acompañan en cada paso. Veo algunos más fervientes que visten largas túnicas moradas y llenos de actitudes piadosas, todos en armonía con el venerable momento...

... Excepto yo, que llevo la procesión por dentro y, la imagen que camina por mi mente, es la de una mujer, que ahora pertenece a mi pasado.

Varias calles más allá, hay jóvenes divirtiéndose, como en todo fin de semana, los autos van y vienen, la fiesta continúa, la música está al tope, el ánimo en su apogeo, las copas circulan entre los presentes. Bailan chicos y chicas entre ellos, pero hay otros que conversan; algunas señoritas, hermosas, ríen coquetamente en sus llamativos vestidos; puedo notar que el juego de luces en sus rostros, las vuelve más atractivas...

... Mientras que en mis ojos, sólo hay un reflejo de nostalgia.

Algunos minutos más tarde, llego a mi habitación. No enciendo las luces, pero sí el equipo de sonido, con música antigua, con baladas que reflejan mis sentimientos. Luego estoy en silencio, sin hacer ruidos, tirado sobre la cama, recordándola, sientiendo su ausencia. Al final, después de perderme en mis pensamientos, sólo me queda algo claro...

... Que no puedo sonreír sin ti.