La noche con ella

Diez de la noche, mi curiosidad insatisfecha no me permite ir a descansar a la cama, todavía es temprano para dormitar. A esta hora suena el celular, es ella.

Recuerdo que hemos asistido al cine en un par de ocasiones, compartiendo gratos momentos de nuestra compañía. Quizá sucedieron algunos roces de nuestras manos, quizá nuestros labios se unieron ocasionalmente en la oscuridad. ¿Es mejor abrazarse para disfrutar con mayor intensidad una película de terror? Creo que si. Me parece que su mano jugó por mis mejillas, recordándome el gozo de sentirse acariciado. Frente a la pantalla, dos personas nos confundimos en la ausencia de luz.

Pero en esta oportunidad es diferente. Recibo su llamada en la medianoche, entre alegre y preocupado. Ella ha decidido abandonar la discoteca donde departía momentos de francachela con sus amistades. Desea visitarme.

¿Por qué venir a la boca del lobo? ¿Acaso no se ha dado cuenta que mi ternura es la de un Don Juan? No sabe que en el momento de transgredir cierta línea, el animal domina esta máquina humana.

La recibo en mi habitación, nos abrazamos y nos besamos suavemente. La noche recién empieza para nosotros. La música elegida para las próximas tres horas: salsas románticas, esas de los ochentas, noventas y una que otra más reciente.

No salgo de mi asombro, todavía no creo que ella esté acompañándome aquí, quizá es una ilusión, quizá estoy dormido y en mis sueños le retiro el saco, que todavía está tibio, y su cuerpo, a penas cubierto por un vestido corto y muy escotado, descansa tendido sobre un asiento.

Sus ojos brillan como dos estrellas que palpitan en la noche profunda. Ya es demasiado para mi. ¿Representa algún compromiso? ¿Sabe ella que el amor es un bien esquivo en mi vida y que este, en mi corazón, se extinguió en un pasado que ya no recuerdo?

Los minutos no dejan de avanzar, los hechos se suceden como eslabones de una cadena que firmemente tira de mi, hasta el evento final, que tanto quiero -y no quiero- que suceda.

La luz apagada esconde nuestras sonrisas y algunos movimientos que, por falta de costumbre, son descordinados y a veces podrían parecer torpes.

Pero no nos detenemos, el lecho está listo, saltamos hasta este y ella, sin perder el ímpetu, me domina, se adueña de mi, me obliga a seguir su ritmo, que tan agradable me está resultando.

De repente y en medio de los besos, una frase inesperada pronunciada con sinceridad: "te amo". Entonces la duda invadió mi mente, no sabía qué decirle, ella es tan linda, tan inocente; preferí guardar silencio. Pero ya era necesario activar el plan de emergencia para estos casos. Frases como "no estoy listo", "no puede pasar" y todavía mejor, "no tengo", son las que guardo para frenar estas situaciones. Como resulta obvio, la decepción se adueñó de mi compañera, debo decir que de mi también...

Se acaba la noche en la madrugada, entre las tres y las cuatro. Mis manos se quedaron con la sensación de su piel, mis piernas extrañan cruzarse con las de ella, me hace falta su compañía. Las siguientes noches no dejaré de recordarla, necesitará su presencia entre mis brazos y sentir el calor de su espalda en mi pecho desnudo.

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